Mostrando codigo.txt Ir al contenido principal

Entradas

El dilema

Roberto bebe otro sorbo de su copa de vino mientras ve, aún sin poder creerlo, a la mujer con la que comparte la mesa y con quién compartió la cama la noche anterior. Las cosas se han movido demasiado rápido considerando que hace dos días no la conocía, pero eso no le importa en lo más mínimo. No tiene idea de qué demonios pudo ver esa hermosa y exitosa cirujana en él, pero está decidido a disfrutarlo.     Vanessa sonríe mientras lo mira directamente y él se pierde de nuevo en esos grandes ojos negros, hasta que la pregunta lo saca de su trance.     —¿Qué tal está la carne?     —Perfecta, está deliciosa —responde mientras toma otro trozo con el tenedor y no puede evitar pensar que el corte que está devorando debe de costar más de lo que gana en dos o tres días.     —Tengo una pregunta para ti, pero necesito que me contestes con completa sinceridad.     —Por supuesto —responde él tratando de hacer a un lado el sentimiento extraño que le ha provocado el repentino cambio en el tono de voz
Entradas recientes

La sobreviviente

Un hedor insoportable golpea al agente en el mismo momento en que derriba la puerta. Tristemente, no es un olor nuevo para él, lo ha olido antes, muchas más veces de las que quisiera contar: así huele la muerte.     El reporte realizado por los vecinos fue muy claro. Desde hace días no saben nada de los habitantes de esa casa, no responden el teléfono, ni abren la puerta y para empeorar las cosas, no les conocen familiares o alguien a quién puedan dar aviso.     A pesar de ser la mitad de la tarde, el lugar está oscuro. Las gruesas cortinas impiden el paso de la luz solar y no hay un solo foco encendido en el interior de la casa.     El policía presiona el interruptor junto a la puerta principal y se enciende la luz en la sala, revelando huellas de sangre con la forma de una pequeña mano en el suelo. Saca su arma de cargo de inmediato al ver un par de huellas similares en la alfombra de los primeros dos escalones que llevan a la planta alta.     Sin soltar su arma, toma su radio portát

La entrevista

La agente Tellez, de la Policía Investigadora rechazó la taza de café que Roberto acababa de ofrecerle. No quería estar más tiempo que el estrictamente necesario dentro de esa casa que se veía tan perturbadora. Estaba limpia, no era eso, pero el mobiliario se veía extraño, como sacado de una película de los 70´s.     El sujeto en cuestión, además, parecía un niño vestido por su mamá. Eso, claro, si las madres tuvieran la costumbre de vestir a sus hijos pasados los 30 años.     —¿Una taza de té, entonces? —insistió el hombre con excesiva cordialidad—, o si gusta le puedo hacer una limonada muy rápido, tengo todo lo necesario en la cocina.     —No se preocupe, estoy bien —respondió amablemente—. ¿Me repite su nombre, por favor?.     —Roberto Márquez de la Serna, para servir a usted y a Dios.     —Muy bien, señor Márquez. Si gusta podemos empezar con la entrevista.     —Me puede llamar Roberto.     —Señor Márquez es mejor, hay que mantener los protocolos, ya sabe, cosas del oficio..     E

Cuestión de negocios

Entró a su casa con el corazón latiendo a mil por hora y las manos temblorosas. Una parte de ella no podía creer que se hubiera atrevido a hacer lo que acababa de hacer, pero la otra parte, la que estaba bien convencida, era la que llevaba la voz cantante.     «No tuve opción», se dijo tratando de convencerse. «Si no me hubieran dejado fuera. Si me hubieran valorado».     Pero sí la habían dejado fuera. La habían hecho a un lado como si no significara nada y ella había aguantado demasiado.     La duda dio paso a la rabia al recordar las palabras que le había dicho su padre, doce años atrás, cuando le solicitó un lugar en el Consejo Directivo de la prolífica empresa con presencia nacional que llevaba su apellido.     —¿Pero para qué quieres meterte en esto, hija? —Le había preguntado con una sonrisa condescendiente en el rostro—. El mundo de los negocios es muy estresante para una mujer y además tú no necesitas trabajar.     —¡Papá, por favor no me digas eso! —reclamó ella—, me gradúe d

Lo que no recuerdas...

Se dio cuenta de que algo estaba mal en el mismo instante en que abrió los ojos. Por supuesto no era tan complicado darse cuenta de que el abanico de techo girando sobre ella era completamente distinto al que tenía en su recámara.     Pestañeó rápidamente tratando de enfocar por si acaso era el efecto del sueño, pero no era así, el abanico era de color gris con vistas metálicas; creía recordar haberlo visto en una tienda, pero definitivamente no lo había comprado. Una rápida ojeada a su alrededor le sirvió para confirmar que no estaba en  su habitación.     A pesar de todo y para su sorpresa, no sintió miedo ni la necesidad de salir huyendo; en cambio, se sentó en la cama y observó con más atención tratando de descubrir en dónde estaba.     «Ok, ¿dónde estás y cómo demonios llegaste aquí?», se preguntó en su mente mientras se tallaba los ojos.     Hizo un esfuerzo por recordar. Definitivamente no había bebido la noche anterior y, aunque hubiera sido el caso, jamás había tomado tanto co

Ni una burla más

El Fiscal Especializado en Justicia para Adolescentes entró en la pequeña sala de interrogación seguro de que se enfrentaba a uno de los casos más difíciles de su carrera. Si pasó por su mente pedir a los guardias que le quitaran las esposas al jovencito de 15 años que lo miraba desde el otro lado de la mesa, la idea desapareció de inmediato al recordar que menos de dos horas antes acababa de asesinar a tres de sus compañeros de clase a sangre fría.     —Hola Luis, mi nombre es Martín —dijo mientras colocaba su taza  de café en la mesa y se sentaba frente a él—. ¿Te puedo ofrecer algo? ¿Agua, comida?     —El mejor papá del mundo. Felicidades.     —¿Cómo?     —Es lo que dice su taza, el mejor papá del mundo —explicó haciendo  un gesto de cabeza hacia la humeante bebida—. Ojalá pudiera decir lo mismo del mío, pero no lo conozco. Mi padrastro, por otro lado, es una mierda.     Lo miró con atención tratando de decidir si había encontrado el primer hilo del cuál tirar para establecer los mo

Un trabajo más

Cuando me llamaron para ofrecerme este trabajo, mi primera reacción fue de sorpresa. Verás, hablamos de un objetivo de alto nivel y yo soy más bien un asesino de medio pelo.     No me malinterpretes, siempre cumplo con la tarea, pero no soy como otros colegas que se toman su tiempo para hacerlo parecer un accidente o recurren a métodos demasiado rebuscados, ¡vamos!, una vez supe de uno que se se besuqueó con la víctima en el baño de un bar gay y lo convenció de meterse cocaína, previamente adulterada, para hacerlo pasar por una sobredosis.     No, yo no tengo ni la paciencia ni la imaginación para eso. A mí me dices a quién quieres muerto, lo sigo algunos días y le descargo mi revolver en el momento adecuado.     Tal vez por eso, por atrabancado, es que la Policía ha estado cerca de atraparme más veces de las que quisiera. Se podría decir que al menos en eso he corrido con mucha suerte.     Donde no he tenido tanta suerte es en la captación de nuevos clientes, por decirlo de alguna man