Roberto bebe otro sorbo de su copa de vino mientras ve, aún sin poder creerlo, a la mujer con la que comparte la mesa y con quién compartió la cama la noche anterior. Las cosas se han movido demasiado rápido considerando que hace dos días no la conocía, pero eso no le importa en lo más mínimo. No tiene idea de qué demonios pudo ver esa hermosa y exitosa cirujana en él, pero está decidido a disfrutarlo. Vanessa sonríe mientras lo mira directamente y él se pierde de nuevo en esos grandes ojos negros, hasta que la pregunta lo saca de su trance. —¿Qué tal está la carne? —Perfecta, está deliciosa —responde mientras toma otro trozo con el tenedor y no puede evitar pensar que el corte que está devorando debe de costar más de lo que gana en dos o tres días. —Tengo una pregunta para ti, pero necesito que me contestes con completa sinceridad. —Por supuesto —responde él tratando de hacer a un lado el sentimiento extraño que le ha provocado el repentino cambio en el tono de voz
Un hedor insoportable golpea al agente en el mismo momento en que derriba la puerta. Tristemente, no es un olor nuevo para él, lo ha olido antes, muchas más veces de las que quisiera contar: así huele la muerte. El reporte realizado por los vecinos fue muy claro. Desde hace días no saben nada de los habitantes de esa casa, no responden el teléfono, ni abren la puerta y para empeorar las cosas, no les conocen familiares o alguien a quién puedan dar aviso. A pesar de ser la mitad de la tarde, el lugar está oscuro. Las gruesas cortinas impiden el paso de la luz solar y no hay un solo foco encendido en el interior de la casa. El policía presiona el interruptor junto a la puerta principal y se enciende la luz en la sala, revelando huellas de sangre con la forma de una pequeña mano en el suelo. Saca su arma de cargo de inmediato al ver un par de huellas similares en la alfombra de los primeros dos escalones que llevan a la planta alta. Sin soltar su arma, toma su radio portát